Las gafas de realidad virtual se están convirtiendo en una herramienta muy útil para tratar fobias o para diagnosticar trastornos mentales.
Todo
está oscuro y poco a poco, sin que apenas se note, va apareciendo una imagen que se hace nítida. Es un auditorio grande,
repleto de gente que mira hacia el escenario; sus caras representan realidades
diversas. Algunos escuchan atentamente, sí ,pero otros fruncen el cejo
mostrando confusión, algunos niegan con la cabeza e incluso los hay que se
levantan y abandonan el espacio. Ante estas reacciones, el orador se empieza a
poner nervioso, sus pulsaciones suben el ritmo y el sudor frío se acrecenta a
medida que sus palabras comienzan a atropellarse.
Mediante
esta técnica se pueden tratar fobias que de otra manera serían difíciles de
manejar en una consulta, como el miedo a volar: "no podemos hacer que un
psicólogo haga la maleta con el paciente, le acompañe al aeropuerto, compren el
billete y suban al avión juntos. Ahora, con un smartphone conectado a unas
gafas 3D todo ese proceso se puede hacer desde el diván", explica a Big
Vang Iván Alsina, psicólogo y director técnico de Sinaptiks, empresa que se
dedica a programar este tipo de realidades virtuales.
Traer
el mundo real a la consulta
Siguiendo
unos patrones relativamente básicos se puede crear un gran catálogo de
situaciones en las que se añaden variables controladas por el psicólogo, que
además monitoriza las constantes del paciente para comprobar su evolución.
"Tenemos un control total de la situación, nada pasa por casualidad. Si la
ansiedad está estable, se pueden añadir turbulencias en el vuelo y si, por el
contrario, los niveles de estrés son excesivos, podemos bajar del avión con
sólo quitarnos las gafas", explica Marc Ripoll, artista 3D y profesor de
la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) que colabora como diseñador en
Sinaptiks.
Por
ello es imprescindible la sinergia entre psicólogos y técnicos, porque aunque
estas terapias usen la misma base que el diseño de los videojuegos, el objetivo
es distinto. Lejos de lo que pueda parecer, en una terapia 3D lo más importante
no es la calidad gráfica sino el control de las variables: desde las
expresiones faciales hasta lo que sucede por la ventana. "Es importante
trabajar con especialistas, pero la experiencia nos ha enseñado que nadie nos
asesorará mejor que los mismos pacientes", asegura Alsina.
Este
tipo de terapia nació en 1992 cuando, por casualidad, uno de los programadores
de un simulador de vuelo para pilotos empezó a sentir ansiedad y, a partir de
eso, se le diagnosticó miedo a volar. "Incluso con la baja tecnología de
los años 90 alguien trasladó sus fobias reales a una simulación; ahora todo es
mucho más intenso", apunta Ripoll. La clave del éxito de este tipo de
terapias radica en que para un fóbico no existe diferencia entre la escena 3D y
la vida real: " una araña o un auditorio virtual despiertan el mismo miedo
que los de verdad. Las sensaciones que obtienen con las gafas puestas son muy
reales para ellos, así que los resultados obtenidos en la terapia se aplican
directamente a su día a día", explica el psicólogo.
Más
allá de la 'cuchara, manzana, bicicleta
Alsina
considera que vamos camino de poder recetar apps -aunque destaca que en ningún
caso son aptas para el auto tratamiento-, pero el equipo de Sinaptiks considera
que la verdadera revolución no se dará en la terapia 3D, que ya está siendo muy
trabajada, ni tampoco en los videojuegos. El futuro está en el diagnóstico
virtual: " los métodos actuales para detectar el TDAH o el alzheimer son
terriblemente rudimentarios. Con la realidad virtual trasladamos los test de
lápiz y papel a un escenario de la vida real y obtenemos datos que no se pueden
plasmar en respuestas de a, b, c", afirma Alsina.
Con
las gafas 3D se pueden realizar diagnósticos mucho más precisos: no sólo se
sabe si un niño se distrae en clase, sino que se puede conocer con qué se
distrae, con qué frecuencia y durante cuánto tiempo. Incluso en Canadá se ha
usado esta técnica para detectar la pedofilia: "a un presunto pedófilo no
se le puede poner una niña de seis años delante para ver cómo reacciona, pero
sí que se le puede poner una niña virtual", explica el psicólogo. El
paciente está monitorizado cuando ve a la pequeña, para medir sus constantes y
saber si se produce excitación. "Además con el eyetracking se sabe dónde
mira el paciente, porque un pedófilo no mirará a la cara a la niña cuando le
hable", apunta.
Todo
parece indicar que este mundo irá a la alza: "las tecnologías necesarias
cada vez son más asequibles y, si conocemos las herramientas, tenemos un gran
abanico de posibilidades", asegura Ripoll. Por ejemplo, con cualquier
wereable (dispositivos interactivos incorporados en prendas, como relojes
inteligentes) se podría monitorizar las constantes a distancia de un
agorafóbico y, en el momento en que la ansiedad subiera, podría recurrir a una
app que le guiara en un proceso de relajación, todo ello bajo la tutela de un
psicólogo. Parece un escenario futurista y lejano, pero cada vez más rápido la
tecnología se introduce en el día a día y ahora trabaja para poder condensar el
mundo real en una consulta.
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