Juan Esteban Bedoya y Diego Pérez, director del proyecto. FOTO Cortesía JProject
Juan perdió su mano cuando tenía
tres años en un
accidente en un trapiche y hasta sus 15 años se defendió bien con la zurda.
Pero un grupo de científicos a los que conoció el año pasado en el Parque Educativo
de Anzá, durante un taller de los Clubes de Ciencia, le ofrecieron una
posibilidad que por razones económicas su familia había descartado: una
prótesis mecánica similar a la mano, con cinco dedos, tendones y falanges, que
se controla con el movimiento de los músculos del brazo.
-Profe,
¿y la prótesis se puede hacer aquí (en Colombia)? -preguntó Juan.
Claro
que se puede. La prótesis de Juan costó sólo
300 dólares, mucho menos que la mayoría de aparatos ortopédicos que se
encuentran en el mercado, y fue financiada por ocho personas que se unieron
voluntariamente para hacer realidad el sueño del muchacho.
Comunicadores,
ortopedistas, ingenieros biomédicos y bioingenieros aportaron su tiempo y
conocimiento a JProject, el proyecto que nació para darle la prótesis a Juan.
“Las
amputaciones de miembros superiores, traumáticas o congénitas, son más
complejas de reemplazar por las propiedades de pinzas, agarres, propiocepción y
tacto, y los movimientos de precisión que permiten las manos”, explica Meisser
López, el ortopedista que acompañó el proceso.
Casi 20 de cada 10.000 niños nacen
sin alguna de sus extremidades, mientras que las
amputaciones por accidentes afectan al 14 % de la población.
“Sin
embargo -continúa el doctor López-, es tal la importancia de las extremidades
superiores que la más mínima ganancia se convierte en un logro funcional
importante que contribuye a la independencia del paciente en sus actividades
cotidianas”.
Juan
Esteban Bedoya y su familia. FOTO Cortesía JProject
Así se creó la prótesis de Juan
Esteban
Aunque
la tecnología que usaron es relativamente nueva y poco conocida en el país, los
materiales de la prótesis son de bajo costo. La estructura está hecha de ABS
(el plástico con el que hacen las piezas de Lego), tornillos, nailon y teflón,
y las partes de la prótesis se fabricaron en la impresora 3D de uno de los
miembros del equipo.
“La
prótesis es muy sencilla. Funciona de manera mecánica y no requiere baterías.
Hace las veces de pinza, lo que le permite a Juan agarrar objetos. Esta
tecnología es la más efectiva respecto al costo. Es tan asequible que las EPS
deberían evaluar su incorporación en el sistema de salud”, cuenta Diego Pérez,
bioingeniero de la Universidad de Antioquia y director de JProject.
Sin
embargo, más importante que la tecnología de la prótesis (la fundación Give me five de Bogotá ya la está usando para regalar “manos” a
niños que las necesitan), es que el proceso de diseño y fabricación involucró
al mismo Juan, quien quiere estudiar ingeniería mecatrónica cuando salga del
colegio y aprender más sobre las prótesis, para cambiar la suya, algún día, por
una que funcione con los impulsos eléctricos del brazo.
“Juan
estuvo involucrado y entendió cada detalle de lo que estaba sucediendo, eligió
los colores y aprendió a hacerle mantenimiento a la mano. Más allá del tema del
dispositivo, JProject construyó una estrategia de cambio social”, dice Pérez.
La meta de JProject
La
estrategia es llevar las soluciones de la ciencia a la comunidad. Si el
problema es la calidad del agua, entonces los niños de las veredas deben
aprender a construir filtros y purificadores. Después de que le entregaron la
prótesis a Juan el pasado jueves 5 de mayo, esa se convirtió en la nueva misión
de JProject. Los ocho profesionales quieren seguir trabajando con la gente.
“No
queremos ser un Papá Noel que reparte prótesis, sino impactar a la sociedad
-asegura el ingeniero-. Soñamos con un ‘maker space’, como un café internet 3.0
con impresora 3D, carpintería, cortadora; un centro de creativos. La idea es
encontrar financiación para poder llevar las soluciones a las comunidades”.
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