El
21 de junio tiene lugar el solsticio de verano en el hemisferio norte. Marca
cambio de estación.
Por: SANTIAGO
VARGAS |
Foto:
AFP
Siendo un poco más detallistas, podremos observar que día tras día el
recorrido del Sol en el cielo es diferente.
A
partir de esta semana se inicia la segunda mitad del año. En el hemisferio
norte se disfruta con el comienzo del verano, mientras que en el sur alistan
los abrigos para enfrentar los meses más fríos. Un evento astronómico es el responsable de marcar
cada año una fecha que desde la antigüedad ha sido determinante en la vida de
los seres humanos y se ha celebrado con grandes festividades.
Para poder explicar lo que sucedió
este lunes 20 de junio (21 de junio en Europa), los humanos tuvimos que
entender la configuración del sistema conformado por el Sol y la Tierra. En un
comienzo es fácil notar que a lo largo del día la posición del Sol en el cielo
va cambiando, y así, al pasar las horas, vemos cómo recorre la bóveda celeste.
Hoy sabemos que este es un movimiento solo aparente de nuestra estrella y que
en realidad es la Tierra la que se mueve, girando sobre sí misma.
Siendo
un poco más detallistas, podremos observar que día tras día el recorrido del
Sol en el cielo es diferente, y que sus puntos de salida sobre el horizonte al
amanecer (orto) y por donde se pone al atardecer (ocaso) van cambiando a lo
largo del año. En este caso, la causa es el movimiento
de nuestro planeta en su órbita alrededor del Sol. Notaremos también que la altura máxima
alcanzada por la estrella al mediodía sobre nuestras cabezas cambia a lo largo
del año.
Una simple varilla puesta
verticalmente nos permite evidenciarlo, observando los cambios en su sombra
(más corta o más larga). Para nuestros antepasados, este sencillo artilugio
denominado gnomon se usaba para medir el paso del tiempo, siendo el fundamento
del famoso reloj de Sol.
Con
este experimento es fácil comprobar que hay un día en el año en el cual la
sombra de la varilla al mediodía es la más corta de todas. Ese día es el
llamado solsticio de verano en el hemisferio norte. Su nombre proviene del latín y significa “sol
quieto”, porque a partir de ese momento la altura máxima del Sol en el cielo,
que hasta ese día iba aumentando, se detiene para comenzar a disminuir.
Cualquier viajero en Las Bahamas
comprobaría que a mediodía la varilla no produce sombra, pues el Sol está justo
sobre su cabeza (cenit).
De hecho, en todos los sitios que se
encuentren sobre una línea imaginaria paralela al ecuador terrestre, y a una
latitud de aproximadamente 23 grados, la varilla no producirá sombra a la mitad
del día más largo del año. Eso se debe a que los rayos del Sol “golpean” de
frente estos puntos localizados sobre el trópico de Cáncer (en la antigüedad
durante el solsticio de verano el Sol estaba en la constelación de Cáncer),
mientras que para cualquier otro punto sobre la superficie terrestre caen
inclinados.
Estos
hechos son prueba de que la superficie de la Tierra es curva, y que su eje de
rotación está inclinado 23 grados. Eso
fue lo que pensó el matemático griego Eratóstenes hace más de 2.000 años,
cuando hizo la primera medición de la circunferencia del planeta.
Durante el solsticio de verano, un
obelisco en la ciudad de Siena no producía sombra a mediodía, mientras que a la
misma hora en Alejandría (a 800 kilómetros) los de aquella ciudad, sí. Con un
poco de geometría, pudo llegar a un valor que dio en “estadios” pero que hoy es
comparable, con un margen de error razonable, al valor real de 40.091
kilómetros.
Para que los habitantes del
hemisferio sur puedan vivir su día más largo del año tendrán que esperar hasta
el 21 de diciembre cuando los rayos del Sol lleguen justo de frente sobre la
línea imaginaria del trópico de Capricornio, a unos 23 grados al sur del
ecuador. Por lo pronto, vivieron el solsticio de invierno.
SANTIAGO
VARGAS*
Especial
para EL TIEMPO
Ph. D. en Astrofísica, profesor investigador del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional.
@astrosvd
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